Tras tres horas y pico para recorrer 110
km, llegamos a Joal, un pueblo de pescadores entre el mar y el rio Saloom. Las
vistas de las marismas, los pájaros, para nosotras extraños y los baobabs a lo
lejos, nos proporcionan el aire que necesitábamos.
Al lado de Joal, conectado con un largo
puente de madera está Fadiouth, una pequeña isla artificial hecha de conchas donde
se puede visitar un cementerio muy particular en el que entre baobabs y
conchas, descansan tanto cristianos como musulmanes.
Desde allí partimos hacia Mar Lodj, una
isla en medio de los manglares del delta del Saloom a la que solo se puede
acceder en piragua. Un lugar tranquilo, en el que los alojamientos se sitúan a apenas
unos metros del agua y el pueblo son cuatro calles de arena con cierto encanto
entre enormes baobabs, cabras y cerdos. Allí tuvimos la suerte de presenciar una
fiesta típica en la que mujeres vestidas con sus mejores galas de mil colores
bailaban y cantaban.
Por la tarde conocimos a nuestro vecino
senegalés Edouard mientras pescaba en el embarcadero; muy amablemente y con
interés en practicar su inglés, enseguida nos invitó a pasar a su preciosa casa
a jugar al mikado.
A la mañana siguiente tocaba vuelta a
Dakar, piragua y minibus con toneladas de pescado cargadas en el techo (al
menos no eran cabras como veíamos en otros autobuses). Cuanto más nos acercábamos
a Dakar íbamos quedando menos… ya solo estábamos nosotras, el pescador y su
pescado cuando despacito nos empezamos a arrimar al muro que frenó nuestro bus.
Resuelta que el freno se ha roto y no podemos seguir, así que nos quedamos en
la carretera en medio de la nada. El pescador aprovechó la ocasión para bajar
su mercancía y ponerse a venderla, en nuestro caso el conductor nos apañó un
taxi que nos llevara al centro, donde nuestro vecino Edouard nos había
encontrado un alojamiento barato.
Esa noche el plan era ver un espectáculo
típico para guiris, pero en su lugar acabamos viviendo algo quizá más
interesante… Tras pasar dos horas de atasco para recorrer 10 km, tragando polución,
viendo gente que decidía que tardaba menos andando por la carretera, vendedores
y más vendedores, obviamente llegamos tarde y el plan cambió. Tuvimos entonces la
ocasión de vivir lo auténtico de Senegal, pasamos un rato en la particular casa
de Yoyo, un amigo de Edouard, cuya decoración era mejor que visitar un museo
africano. Allí vivimos un poco más de sus costumbres, sus vidas y la ceremonia
de un riquísimo té al que nos invitaron, mientras charlábamos, escuchábamos
música senegalesa y veíamos videos de su cantante más conocido, Youssou Ndour.
Los dos últimos días en Senegal los
aprovechamos para hacer alguna que otra compra en los mercados locales, ratos
de playa, paseos por la ciudad y un poquito de música en directo en su vida
nocturna.
Podemos decir en general que hemos vivido
un poquito de los dos lados de Senegal, el retiro rural donde simplemente
desconectar y contemplar el paisaje, interactuar con sus gentes y respirar aire.
Y la locura de ciudad donde cada céntimo se regatea, la polución es lo único
que se puede respirar, pero donde la vida es más activa y hay que estar más
despierto para no perderse ninguna de las muchas cosas interesantes que pasan
alrededor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario