domingo, 23 de marzo de 2014

Namibia: At your own risk



Mi nombre es Hilux soy de Namibia y tengo 5 años. Mi trabajo consiste en vivir aventuras recorriendo mi país. Soy de los que disfruto cuando trabajo porque estar parado es un rollo.
Estas semanas me ha tocado trabajar; he estado con tres chicas muy interesantes y entretenidas que me han hecho pasar todo tipo de situaciones, divertidas y algún que otro apuro, en alguna ocasión hemos necesitado un empujón para salir adelante, siempre con éxito como os relato a continuación.
Tras mi percance del pinchazo y una vez recuperado seguimos camino a Walvis Bay. Allí disfrutamos de un atardecer de los que no se olvidan, salinas y flamencos enmarcaban la caída del sol africano que se despedía del desierto.


Al día siguiente llegue a pensar que estas chicas estaban locas cuando las vi subir la duna 7 y deslizarse a toda velocidad bajando en el trineo casero que Rai les había regalado.

En Swapkomund, aunque a mi me dejaron aparcado, las oí comentar que era un pueblo colonial, que aunque no es gran cosa tiene su encanto, y estar entre la playa y el desierto es un espectáculo.

Nuestro camino nos llevó a la nada… Nos dirigíamos hacia el interior para ver las pinturas rupestres de Brandberg que yo me perdí porque no me dejaban pasar. Pasamos un rato buscando donde dormir, siguiendo las señales al camping Ugab llegamos a un llano en el bosque donde había una mesa de piedra y una barbacoa, pero nadie vino a darnos la bienvenida. Así que allí nos quedamos los cuatro solos, sin mas compañía que una hoguera y el sonido de los animales en medio de la noche.


Skeleton Coast es uno de mis lugares favoritos; es un desierto que recibe su nombre de la cantidad de esqueletos humanos encontrados, pertenecientes a los ambiciosos que se deshidrataban durante su infructuosa búsqueda de diamantes, que supuestamente abundaban en la zona.

Por suerte o por desgracia las puertas del parque nacional estaban cerradas y tuvimos que dar media vuelta; yo estaba cansado y bajo de reservas así que nos tuvimos que quedar en el primer camping que encontramos: milla 108, cerrado por temporada baja. Allí solo había dos pescadores que ayudaron a las chicas llenándome el depósito. Esa noche por poco nos volamos aparcados en la playa, el mejor plan era una sopa para cenar. Para resguardarse del viento decidieron cocinar en el baño, que además era el único lugar donde coger agua para hacer la cena. Tras el primer sorbo se miraron unas a otras... Algo iba mal… "¿no notáis nada raro?", decían “sabe un poco como... A mar!!” Entonces se fijaron en que las tuberías provenían del mar... Sospechoso ¿no?. Las pobres ilusas habían hecho sopa de champiñones con agua de mar y aunque no tuve el placer de probarla pude comprobar que no hubo quien se la tomara.

Pasado Skeleton Coast me llevaron de safari. Me daba un poco de miedo pensar que tenía que pasar yo solito al lado de tantos animales salvajes en Etosha, el Parque
 Nacional más grande de Namibia. Pero fue toda una experiencia cuando los cuatro nos vimos frente a un enorme Rino que se paro en medio de la carretera a mirarnos... Contuvimos la respiración por un momento y luego desapareció entre la maleza.



Más tarde vimos otros dos, y mira que es difícil, se confunden con rocas, de las que solo les diferencia un pequeño rabito que asoma entre las ramas. He de decir que Andy era toda una experta porque yo no veía ni uno. También mientras buscábamos elefantes encontramos una pareja de leones y vimos a una mamá leona con sus leoncitos, maravillas de la vida salvaje que se me quedaran grabadas en el cuentakilómetros.




Llegado el final mientras las chicas pasaban su última noche en el techo vi como un animalillo que parecía un chacal se llevaba la ropa interior de Aída. Al día siguiente fue a buscar su ropa tendida y se encontró una prenda en el suelo, tras lavarla se dio cuenta de que estaba dividida en dos, pobre, con lo escasas que van de ropa...

Tras 3000 km recorridos vuelvo a casa sin un rasguño. Estas chicas si que saben conducir; ha sido todo un privilegio compartir más que unos días, una aventura llena de diálogos, risas, y amistad.


miércoles, 12 de marzo de 2014

Namibia: Descubriendo el desierto




Llegamos a Windhoek con pocas expectativas. Todo el mundo nos había advertido que es una cuidad con escaso interés y poco que ver... Pero todos aquellos no venían de donde veníamos nosotras y esto nos parece una ciudad de verdad, la primera en dos meses.

Pero aquí nuestro interés estaba en recorrerlo de una manera diferente. Por unos días dejamos de lado autobuses y transporte público para tener nuestra propia ruta, nuestro mapa y nuestra casa a cuestas; ello implicó un cursillo acelerado de cómo cambiar ruedas, cambiar la presión en base a las carreteras, montar tiendas de campaña, usar el camping gas…



Y al fin estamos en carretera. La B1 nos lleva a nuestro primer destino al sur, el Fish River Canyon. Carreteras de grava, caminos donde no te cruzas con ni un solo coche en horas y los primeros animales salvajes se cruzan en nuestro camino (Oryx, zebras, avestruces, monos..)

Después de horas conduciendo en medio de la nada, llegamos a donde comienza el trekking del cañón, Hobas. Al ser verano no es posible hacerlo ya que es peligroso por el calor que hace. Sin embargo pudimos apreciar el cañón y tener una fantástica panorámica de sus paredes y anchura (mide 161km de largo por 27km de ancho, segundo cañón mas grande del mundo).



Se hacía de noche y teníamos que encontrar un lugar donde acampar, por suerte llegamos a Aus y por casualidad acabamos en un lugar apartado de todo llamado Klein Aus Vista. Montamos a tiempo nuestras tiendas antes de que el cielo se llenara de estrellas.



Al día siguiente, despertamos rodeadas de montañas rojas y tuvimos como invitados al desayuno caballos salvajes muy sociables. Teníamos un largo camino para llegar a otro de los lugares de Namibia que no te puedes perder: Sossusvlei.

Conducir por este país es todo un reto a la par que un espectáculo. Las carreteras de grava, sus cambios de rasante y rectas interminables alargan las horas y en ocasiones 500km pueden llegar a hacerse en más de 7horas. A pesar de esto se disfruta el cambio continuado de las vistas y paisajes que hace pasar de un llano a un monte, de un rojo a un verde, sin apenas notar el paso del tiempo.

A la entrada del parque de Sossusvlei, en Sesriem, la suerte hizo que paráramos a echar gasolina. Tras repostar Rai, el gasolinero, mirando las ruedas nos advirtió que había una un poco más baja. Junto con él nos fuimos a mirar la presión de estas, dándonos cuenta que teníamos una pinchada. Mientras nos arreglaba el pinchazo nos dio tiempo a entablar conversación con él. Nos contó que aunque llevaba 5 años trabajando allí nunca había visitado el parque, a lo que nosotras rápidamente le pusimos solución invitándole a acompañarnos a la mañana siguiente.



A las 6 de la mañana llegábamos a la "duna 40" desde la cual queríamos ver el amanecer, ignorando que el punto turístico era 5km más adelante (duna 45) lo cual nos convirtió en privilegiadas al no tener que compartirla con más turistas. Tras 40 mínimo de subida y no poco esfuerzo, el amanecer visto desde lo alto fue la recompensa.

Es espectacular ver como el desierto se va iluminando y toma ese color dorado rojizo mientras el sol va marcando con luces y sombras las gigantes olas de arena. Y entre una y otra guardan secretos, algunos conocidos a voces, como el bosque del Deadvlei, árboles muertos y sus estilizadas sombras forman un peculiar valle, creando un ambiente de postal.



Bajar las dunas corriendo da una completa sensación de libertad, tras el esfuerzo invertido en subirla; es como si desapareciera la gravedad, como estar saltando en la luna.

Dejamos atrás las dunas, sin embargo el desierto nos sigue acompañando en el camino; y llegamos a  Solitaire, un pueblo desértico, nunca mejor dicho, donde en una pizarra anotan las variaciones en su número de población, estaban en 95. En este punto de descanso turístico, que pasarás de largo si no estás atento, puesto que lo podrías confundir con un área de servicio, encontramos un ambiente de pueblo del lejano Oeste. Estamos en medio de la nada, pero nuestro camino continúa y aún nos quedan muchas maravillas por descubrir en Namibia…


domingo, 2 de marzo de 2014

Botswana: sobrevolando el Okavango


**Nota: Este post va dedicado a nuestras abuelas, de las que nos acordamos mucho y están más presentes de lo que se imaginan.
Querida abuela,
Te envío esta postal para contarte mi paso por Botswana; no tienes que preocuparte, este país ya está un poco más desarrollado que los anteriores, aunque eso no necesariamente implica que sea mejor: la gente es algo más cerrada y tienen menos interés en conocer turistas.
Llegué desde Zambia por la frontera de Kazungula, es un paso inusual ya que hay que cruzar un rio. La única manera de llegar al otro lado es en ferry, el de Botswana o el de Zambia. Tuvimos la suerte de coger el de Botswana, que de los dos es el gratuito. Así llegue al país de los elefantes.

El primer trayecto en bus colectivo me encantó a pesar de las horas que tardé en llegar a mi destino. Fue un viaje donde pude ver y disfrutar de la vida salvaje desde el transporte público. Había elefantes, jirafas, “pumbas”, monos, impalas… y un precioso paisaje: estaba pasando por en medio del parque nacional Chobe.

De repente el bus se paro y nos hicieron bajar con mochilas, maletas y todo, había una especie de control, no sabia de qué tipo aunque si había un cartel de comidas tachadas. Por si acaso, escondí el salami y el pan en el fondo de la mochila, no quería quedarme sin cena.
Una vez abajo el policía nos hacia abrir las mochilas y meter los zapatos en una especie de charco marrón para desinfectarlos. Se trataba de un control de plagas. Lo cierto es, que era un poco chapucero y pinta que poco efectivo. En los sucesivos controles que me fui encontrando bastó con hacerme la tonta y decir “no entiendo” en castellano, con eso me ahorraba bajar las mochilas y esconder la comida, y se conformaban con que pisase el “charco desinfectante”.
Ya en Maun de noche me alojé en un camping a orillas del delta de Okavango a 11km del centro del pueblo. No te puedes ir de aquí sin sobrevolar el delta o navegar en mokoro (la canoa tradicional). Opté por verlo desde el aire en una pequeña avioneta de cuatro plazas.

Me sorprendió que aunque en los mapas el delta es azul, desde arriba apenas se ve el agua con tanta vegetación y solo se intuye por el reflejo del cielo con sus nubes.

Por la noche los pilotos de esta zona, la mayoría extranjeros, vinieron a tomarse unas cervezas al camping donde estaba alojada. Así conocí a unos españoles, sudafricanos, e ingleses que me contaron su manera de vivir en el extranjero.
Mi paso por Botswana aunque breve me ha dejado con ganas de poder conocerlo más a fondo en otra ocasión.
Muchos Besos,
tu nieta.

Datos de Interés:
Moneda: Pula 1€ = 12Pulas
Visado, no hace falta.
De Livingstone (Zambia) a Maun (Botswana)
Taxi hasta la frontera 40kwachas (moneda Zambia) cada una X3
Ferry Botswana gratuito, ferry Zambia hay que pagar.
Bus de Kasane a Nata 70Pulas
Bus de Nata a Maun 66,30Pulas
Maun: wifi gratis en el aeropuerto y en Wimpy (restaurante de comida rápida)
Old Bridge Backpaker
Dorm 155Pulas
Tienda de campaña facilitada por el camping 100Pulas
Vuelos sobre el Delta
816Pulas vuelo de 45´, el recorrido de 60´ es el mismo pero más despacio y más caro.
Salir de Maun hacia Namibia
Maun – Ganzi bus 60Pulas  (8.30AM)
Ganzi – Charleshill (te deja en la frontera si se lo pides) 47,30Pulas