sábado, 24 de mayo de 2014

Tailandia: año nuevo, vida nueva


Después de tres meses y medio perdiendo el norte llegó el final de nuestra aventura africana… Era hora de perder también el oeste, geográfica y metafóricamente hablando, ya que Andy vuelve a casa. Pero los finales no son más que comienzos de algo nuevo y con la alegría de haber pasado unos meses increíbles que ninguna olvidaremos y con la incertidumbre de no saber qué nos depara el futuro, subimos al avión destino a un nuevo continente…

Casi 24 horas después poníamos un pie en Asia; difícil explicar nuestros primeras horas. De camino a la ciudad de Bangkok no articulamos palabra, extasiadas por la inmensidad de la ciudad, miles de luces, carriles interminables de la autopista, coches, motos, nuevos rasgos e idiomas, ¡Un verdadero cambio!
Tailandia es un país muy cómodo y tardamos poco en acostumbrarnos a su caos ordenado, sus puestos de comida y fruta en cualquier esquina, sus enormes centros comerciales, sus majestuosos templos. Tuvimos la suerte de vivir  el festival del agua Songkram, con el que se celebra el nuevo año tailandés y que consiste en una autentica guerra de agua en toda la ciudad; durante tres días niños, adultos y mayores, están invitados a remojar a cualquiera que pase cerca, sin reglas ni excusas.

Dejamos atrás Bangkok, las compras y los pad thai de un euro sentadas en la acera, para llegar a Phuket, ciudad situada al sur del país, donde nos reencontramos después de muchos años con Alberto, compañero de la infancia; pasamos unos días como reinas, sin nada que nos faltase en su compañía. Entre risas, recuerdos, paseos en moto y puesta al día de nuestras vidas y alguna que otra ajena, recorrimos la zona y un poco más allá, llegando a las islas de Phi Phi. 

Lo más espectacular allí fue una excursión privilegiada en la que disfrutamos con solo unos pocos de Maya Bay ('la playa'). 

Tras la cena y algunos juegos para romper el hielo pasamos a ser los 'niños perdidos'  guiados por Peter Pan en tierras de Nunca Jamás… Atravesamos la  isla en silencio, un puente de cuerdas nos condujo a los botes que a oscuras nos llevaron al barco… Y un bañito antes de dormir…
(Lo que a continuación se relata sólo lo puede entender quien lo haya vivido, sino cualquiera pensaría que es fantasía)
Sumergirse en las  aguas templadas del índico de noche ya es de por sí una experiencia, pero es enmudecedor cuando miles de 'estrellas' submarinas acompañan tus movimientos. Al nadar dejas detrás una estela de lucecitas que bailan con tu cuerpo… Algunos lo llaman plancton luminiscente, otros preferimos llamarlo magia.

Tailandia fue lugar de reencuentros, ¿Quién diría que conocer a alguien en un bar de playa en la costa almeriense acabaría con un reencuentro en Tailandia? ¡Qué divertida es la vida! Y así empezaron unos días con el tío Chiqui (... digo Fernando).

Además hemos conocido en consecuencia, gente interesante y divertida como Carlos y sus compañeros, que nos acogieron como dos más en su casa de ensueño, que nos resultó complicado abandonar.
Pero Khao Lak nos esperaba, es un pueblo tranquilo al norte de Phuket, famoso por su cercanía a las islas Similan, parque nacional que los amantes del buceo no deben perderse. Allí aprovechamos la oportunidad para sumergirnos en sus aguas cristalinas y sentir como enormes mantas nadaban entre nosotros sin sentirse perturbadas.
En definitiva, Tailandia ha sido el punto de inflexión de este largo viaje, unas pequeñas vacaciones en las que relajar cuerpo y mente, en las que disfrutar de los reencuentros improvisados y las nuevas amistades que surgen por el camino, aquellos que olvidan coger un vuelo, distraídos por largas y divertidas conversaciones entre pad thais a las cuatro de la madrugada…

Asia nos ha dado aire fresco y energías renovadas para de nuevo cambiar de continente en busca de nuevas aventuras… Nos vemos en Australia.