Después de tres meses y medio perdiendo el norte llegó el
final de nuestra aventura africana… Era hora de perder también el oeste, geográfica
y metafóricamente hablando, ya que Andy vuelve a casa. Pero los finales no son
más que comienzos de algo nuevo y con la alegría de haber pasado unos meses
increíbles que ninguna olvidaremos y con la incertidumbre de no saber qué nos
depara el futuro, subimos al avión destino a un nuevo continente…
Casi 24 horas después poníamos un pie en Asia; difícil explicar
nuestros primeras horas. De camino a la ciudad de Bangkok no articulamos
palabra, extasiadas por la inmensidad de la ciudad, miles de luces, carriles
interminables de la autopista, coches, motos, nuevos rasgos e idiomas, ¡Un
verdadero cambio!
Tailandia es un país muy cómodo y tardamos poco en
acostumbrarnos a su caos ordenado, sus puestos de comida y fruta en cualquier
esquina, sus enormes centros comerciales, sus majestuosos templos. Tuvimos la
suerte de vivir el festival del agua Songkram, con el que se celebra el
nuevo año tailandés y que consiste en una autentica guerra de agua en toda la
ciudad; durante tres días niños, adultos y mayores, están invitados a remojar a
cualquiera que pase cerca, sin reglas ni excusas.
Dejamos atrás Bangkok, las compras y los pad thai de
un euro sentadas en la acera, para llegar a Phuket, ciudad situada al sur
del país, donde nos reencontramos después de muchos años con Alberto, compañero
de la infancia; pasamos unos días como reinas, sin nada que nos faltase en su
compañía. Entre risas, recuerdos, paseos en moto y puesta al día de nuestras
vidas y alguna que otra ajena, recorrimos la zona y un poco más allá, llegando
a las islas de Phi Phi.
Lo más espectacular allí fue una excursión privilegiada en
la que disfrutamos con solo unos pocos de Maya Bay ('la playa').
Tras la cena y algunos juegos para romper el hielo pasamos
a ser los 'niños perdidos' guiados por Peter Pan en tierras de Nunca Jamás…
Atravesamos la isla en silencio, un puente de cuerdas nos condujo a los
botes que a oscuras nos llevaron al barco… Y un bañito antes de dormir…
(Lo que a continuación se relata sólo lo puede entender
quien lo haya vivido, sino cualquiera pensaría que es fantasía)
Sumergirse en las aguas templadas del índico de
noche ya es de por sí una experiencia, pero es enmudecedor cuando miles de
'estrellas' submarinas acompañan tus movimientos. Al nadar dejas detrás una
estela de lucecitas que bailan con tu cuerpo… Algunos lo llaman plancton
luminiscente, otros preferimos llamarlo magia.
Tailandia fue lugar de reencuentros, ¿Quién diría que
conocer a alguien en un bar de playa en la costa almeriense acabaría con un
reencuentro en Tailandia? ¡Qué divertida es la vida! Y así empezaron unos días
con el tío Chiqui (... digo Fernando).
Además hemos conocido en consecuencia, gente interesante y
divertida como Carlos y sus compañeros, que nos acogieron como dos más en su
casa de ensueño, que nos resultó complicado abandonar.
Pero Khao Lak nos esperaba, es un pueblo tranquilo al
norte de Phuket, famoso por su cercanía a las islas Similan, parque nacional
que los amantes del buceo no deben perderse. Allí aprovechamos la oportunidad
para sumergirnos en sus aguas cristalinas y sentir como enormes mantas nadaban
entre nosotros sin sentirse perturbadas.
En definitiva, Tailandia ha sido el punto de inflexión de
este largo viaje, unas pequeñas vacaciones en las que relajar cuerpo y mente,
en las que disfrutar de los reencuentros improvisados y las nuevas amistades
que surgen por el camino, aquellos que olvidan coger un vuelo, distraídos por
largas y divertidas conversaciones entre pad thais a las cuatro de la
madrugada…
Asia nos ha dado aire fresco y energías renovadas para de
nuevo cambiar de continente en busca de nuevas aventuras… Nos vemos en
Australia.
Un placer compartir con ustedes experiencias viajeras y un par de pares de cervezas :)
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