domingo, 23 de febrero de 2014

Zambia: “Mosi-oa-tunya”



Una vez más cruzamos fronteras y llegamos caminando a un nuevo país con la intención de dormir en la capital a 600 km, pobres ilusas… Desde Chipata conseguimos llegar a Katete (a100 km de la frontera); para ello necesitamos un rato de autostop, que nosotras llamamos “Plan de fomento de la lectura” puesto que muchos curiosos se paraban a leer nuestro cartel.
Un matrimonio muy local, alegre y entusiasta nos recogió y nos entretuvo el camino, ilustrándonos sobre la economía, la demografía, lenguas, tribus, alimentación, etc de su país; su curiosidad sobre la industria y agricultura del nuestro nos hizo darnos cuenta de lo escasas que andamos en conocimiento de España; en pago al trayecto aportamos al camino una invitación a unas onzas de chocolate; pasamos la tableta hacia delante, y nunca más volvió, fue secuestrada en el bolso de la mujer; aquí parece que el concepto de compartir es algo diferente.
Llegamos a Katete de noche y agotadas tras un largo día; acabamos pasando la noche en unas antiguas cuadras, reconvertidas en una especie de “res(t) house”; a las 4 de la madrugada cuando empezábamos a abrir el ojo, el jefe de estación estaba llamando a nuestra puerta para que no perdiésemos el bus, ya que la noche anterior se había informado de nuestro próximo destino. Nos empezamos a acostumbrar a que todo el mundo quiera ayudar y organizarnos la vida.
A las 12 de la mañana empezamos a adentrarnos en algo que parecían las afueras de una ciudad de verdad (no eran las afueras, era la ciudad en si); el hambre nos condujo a un centro comercial en pleno día de San Valentín con las mochilas a cuestas, los zapatos colgando de ellas y el kit de camping (cazuela incluida). Paseamos cargadas, observando las tiendas, como si fuéramos masais en Nueva York.

Lusaka, la capital culturalmente hablando no nos aportó demasiado; lo poco que pudimos apreciar a través de algún que otro paseo agradable, fue la sensación de estar en el extrarradio, sin encontrar tan siquiera una plaza.
Hartas de carreteras y autobuses nos moríamos por probar un nuevo transporte; había un tren que nos llevaba a Livingston, nuestro próxima parada a menos de 600 km. No lo dudamos y ansiosas llegamos a la estación donde compramos los billetes (una tercera parte del precio del autobús) y tras hora y media de retraso, ahí estaba nuestro deseado transporte. Corrimos para coger buenos asientos para pasar las próximas diez horas… o eso creíamos.
Pasaban las horas, los vendedores y las paradas, las había de diez minutos y de 3 horas (de reloj); cambian los compañeros de viaje, los niños reía y lloraban… Dio tiempo a leer y si hubiéramos querido a dar un paseo al lado del tren en marcha, la velocidad lo hubiera permitido sin inconveniente. El tiempo y el espacio eran un misterio, ni sabíamos cuanto nos quedaba, ni por donde íbamos y cuando lo descifrábamos no nos cuadraba, era como estar en un agujero negro en medio de Zambia.

… chucu chucu … chu… Chu…… piiii piiiii…. Chu.. chu….
24 horas después de nuestra salida, incrédulas llegamos a Livingston. La ventaja es que llegamos al amanecer y no de madrugada para recorrer la ciudad y encontrar alojamiento.
Esta ciudad nos resulta más agradable y viva, su cercanía a las cataratas Victoria la hace más turística y acogedora. Desde la avenida principal se puede ver el vapor de agua que se eleva como una fabrica de nubes, aquí se llama “Mosi-oa-tunya” (el humo que truena).

A las diez de la mañana ya estábamos rumbo a una de las maravillas del mundo; la estación de lluvia hizo nuestra visita aún más espectacular, nos íbamos acercando y nos íbamos dejando de escuchar, el estruendo del agua al caer sus casi 100 metros nos dejaba sin tono de voz suficiente y sin palabras. Y nos acercábamos un poco más y unas gotitas nos empezaban a mojar.
Allí estaban, las Cataratas Victoria, haciendo frontera con Zimbabwe. Apenas podíamos ver más allá de unos metros, puesto que “el humo que truena” parecía agua de lluvia que emergía desde la profundidad para caer de nuevo sobre nosotras desde el cielo.




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